Ayudar a mejorar, interés de todos.

martes, 2 de septiembre de 2008

Los 15 minutos de consulta, la calidad de la atención en salud, o el genuino interés por el otro.

Sobre la atención al paciente: El interés por el otro


Tres historias, en tres entornos distintos: el campo, la ciudad y la selva. En común, la confianza del enfermo frente al actuar del cuidador de salud correspondiente. Y la presencia de escalas o niveles de credibilidad, unas en ascenso, otras con decepción incluida, según el caso. Pero todas con la relación prestador-paciente activa, dispuesta a generar respuestas en uno u otro sentido. Y dentro de esta relación, vemos un paciente siempre con la misma actitud de esperanza, junto a la presencia de un tiempo variable que teóricamente afectaría el resultado por estar en relación directa con la evidencia durante la prestación del servicio, de intereses distintos por parte del prestador.


Para cualquier paciente, el riesgo de empeorar, morir o mejorar siempre estará allí, omnipresente ante la enfermedad. Para hacer frente a ésto, socialmente se ha designado un curador-cuidador a donde acudir, cuyas funciones se espera sean las mas correctas moral y eticamente frente a cada potencial interacción bidireccional con el paciente y su familia.


Se critica frente a ello lo atrevido que llega a ser el alcance de la medicina curativa en cualquiera de sus formas - tradicional, alternativa o alopática-; y se asimila el fracaso diagnóstico como un error reiterado muchas veces inevitable por lo complicado de la situación; se evidencia la permanente interposición de intereses de lucro, el desconocimiento de límites, la mala praxis, la falta de adecuada retroalimentación, y un muy poco genuino interés de parte del prestador, por el dolor ajeno. Podemos decir que en general se ve afectada cualquier intervención curativa por la condición humana de quien subvalora y comercializa a aquel que le busca.


Entonces no basta con mirar quién tiene más tiempo para escuchar al paciente, puesto que si no se tiene el aprestamiento, no se desea usar el conocimiento, se desconocen los límites y la experiencia, se subvaloran los riesgos y se minimiza el valor del propio ser humano, esos quince, veinte, sesenta o más minutos dedicados a la consulta en particular se tornarán en un portal a lo atrevido, a lo muy osado, a la explotación y al insulto soterrado y categórico, incrementando además cada vez más el riesgo sobre el paciente.


Sabemos ahora que la moda está en hacer un solo diagnóstico -y rápido- en cada consulta, pues alguien cayó en la cuenta de que el paciente solo viene para ello: por una sola dolencia. Aparentemente sólo consulta para satisfacer su propia necesidad de mejorar en ese aspecto.


Pero qué acaso la medicina no es integral? El tiempo para la entrevista es importante, pero también lo es para el examen fisico orientado por los resultados de aquella, y para discernir las estrategias y planificar en conjunto. En otras palabras, los minutos de conversación y examen bien explotados serán de utilidad para llegar a un plan diagnóstico y a la consecuente terapéutica más adecuada al caso particular.


Por ello, tal vez no exista un tiempo ideal por el cual pelear para lograr una consulta en términos de calidad, pues lo permisivo o restrictivo de cada minuto asignado depende del conocimiento y confianza obtenidos por los actores en aquella relación médico-paciente casi olvidada, de la existencia de mutuo contacto en al menos una consulta previa, del aprestamiento de las partes para que una sea la explorada y la otra quien explore sin límites, de la agilidad física y destreza mental derivadas de la propia condición del paciente que consulta, del frío interés institucional siempre omnipresente, y hasta de quien hace la consulta y del lugar donde se realiza tal práctica -que generan soterrados condicionamientos culturales, sociales y económicos-.


Seamos claros: las discusiones se quedaron en el costo-minuto de atención, en el nivel de accesibilidad, la calidad como metodología, y el grado de acercamiento posible entre prestador-paciente y el conocimiento inmerso -bien sea este tradicional o técnico-científico, formalmente estructurado o más bien empírico-.


Sin embargo, dónde queda la escala de valoración de aquel ser humano que hoy solicita nuestra atención? Estamos olvidando prepararnos en lo esencial, en fortalecer la voluntad de atender, el interés genuino por curar y el respeto al prójimo! Acaso éstos elementos vienen "innatos" en el individuo, provienen "de familia" y solo hay que facilitar su expresión social? O por el contrario habrá que generar dinámicas especiales donde el prestador sea un verdadero individuo, con interés social activo para dejar muy poco al azar o la suerte, o al mismo Dios.


Fallas en selección de personal? Sistemas demasiado rígidos para permitirnos interactuar mejor? Sistemas de calidad aún mal estructurados? O más bien ausencia de prestadores que sean verdaderas personas con interés por el otro...


OttoJ.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para aquellos comprometidos con el paciente, les resultará difícil de aceptar, pero es una posibilidad latente el que persista un grupo de colegas totalmente de acuerdo con la norma criticada, en aras de una "calidad" mal entendida. (Finalmente, no fue con participación de algunos de ellos que surgió esta moda de los quince minutos?)

El médico -y en general todo prestador de servicios de salud- es una persona con cierta responsabilidad desarrollada en mayor o menor grado, pero siempre latente. Le guía una ética a veces a punto de quedar comprometida por elementos como los ya mencionados.

Tal vez el núcleo de todo para lograr alguna solución práctica al dilema, se encuentre conceptualmente más cerca de lo pensado.